miércoles, 22 de junio de 2011

¿Puede la tecnología mejorar la educación?

¿Puede la tecnología mejorar la educación?
Todo depende de docentes, presupuestos y buenas decisiones





Ver también:
Computadoras en el aula: cómo hacerlo

Para mayor información...





Jugando, los jóvenes se vuelven expertos en uso del Internet



Escuela Telesecundaria López Portillo, Morelos, México
Por PAUL CONSTANCE
No es más fácil, pero es más divertido". Así describe Marcos Tedeco, un estudiante de 14 años en una escuela pública de Buenos Aires, la experiencia de usar una computadora para aprender matemáticas. Esa opinión es como música para los oídos de cualquier docente que haya intentado despertar el interés de sus alumnos en las matemáticas o en cualquier otro ramo académico. Ayuda además a explicar porqué las tecnologías de la información y la comunicación generan tanto entusiasmo entre quienes aspiran a hacer más equitativa y dinámica la educación en América Latina.
Aunque las computadoras todavía son un lujo en la mayoría de las escuelas de la región, el entusiasmo que provoca su potencial es fácil de entender. El aprendizaje ocurre a través de la interacción con palabras, imágenes y sonidos. El acceso a maestros, libros y otros medios que ofrezcan ese "contenido" se ha visto siempre limitado por costos y distancias. Pero la proliferación de computadoras a precios cada vez más bajos y la expansión del Internet permiten prever que hasta los estudiantes en sitios remotos podrán acceder a un inmenso caudal de información por la vía cibernética.
"Piénselo", dice John Gage, jefe de estudios científicos de la empresa de computadoras Sun Microsystems y uno de los arquitectos del Internet. "Un estudiante en la zona rural del norte de Chile puede leer El Mercurio, The New York Times, Le Monde y el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Hay un millar de diarios en el Internet".
Gage, quien conversó con BIDAmérica en abril durante una exhibición de tecnología en Santiago de Chile auspiciada por la Iniciativa Informática 2000 del BID, es un persuasivo predicador de las virtudes del Internet. Como empleado del gobierno estadounidense en los años sesenta, contribuyó a concebir y desarrollar la red militar de datos que evolucionó hasta convertirse en el Internet. Su premisa era que, al permitir que la gente intercambiara información instantáneamente a grandes distancias, se desataría una revolución en aprendizaje, productividad y desarrollo. En la actualidad Gage dedica la mayor parte de su tiempo a promover lo que llama una idea muy simple: "Las mejores ideas son simples", dice. "Cada alumno debería tener acceso al Internet y un buzón de correo electrónico".
Gage suele predicar entre los conversos. Crecientemente los empleadores ven al conocimiento de computación (la capacidad para trabajar con un procesador de palabras, una hoja de cálculo o un banco de datos) como una habilidad indispensable. Convencidos de que la tecnología es la clave para preparar a los jóvenes para ser protagonistas de una economía global impulsada por la informática, los gobiernos de la región, desde Canadá hasta Costa Rica, implementan programas para conectar sus escuelas al Internet y proporcionar computadoras a tantos estudiantes como sea posible. En una medida raramente vista en el pasado, ese esfuerzo es promovido y a veces financiado por el sector privado. Ese entusiasmo fue palpable en la exhibición realizada en Santiago de Chile en coincidencia con la segunda Cumbre de las Américas, que tuvo a la educación como uno de sus principales temas.

¿Bueno para todos? El potencial de la tecnología ha parecido siempre particularmente brillante en contraste con el nublado panorama de la educación en América Latina. Aunque hay muchas buenas escuelas en las grandes ciudades de la región, virtualmente todas las naciones de América Latina aún luchan por superar serias deficiencias en la educación básica, en la capacitación y remuneración de sus docentes y en los materiales e instalaciones provistos para la enseñanza. Incluso en los países donde los gobiernos se esfuerzan por hacer una reforma educativa el progreso ha sufrido embates ideológicos, burocráticos y sindicales.
Algunos especialistas creen que la tecnología puede servir para superar esas barreras. Dado que puede llevar décadas reformar las burocracias del sector educativo, ¿por qué no dotar ahora con nuevas tecnologías educativas a docentes y alumnos motivados?
En realidad, los educadores latinoamericanos han estado explorando esa posibilidad durante años. Mucho antes de las computadoras y el Internet, varios países latinoamericanos desarrollaron sistemas pioneros de radio y televisión para la "educación a distancia" en aulas, hogares y lugares de trabajo. Utilizados para una gama de programas, desde cursos básicos de alfabetización hasta instrucción técnica avanzada, esos sistemas han sido generalmente exitosos, alcanzando a millones de personas que de otra manera no hubiesen tenido acceso a la educación.
Comparado con la TV y la radio, el potencial educativo de la computadora y el Internet es todavía comprendido sólo en parte y ampliamente debatido. Los escépticos sostienen que hay escasa evidencia de que la computadora puede mejorar el aprendizaje. Pero la mayoría de los educadores cree que esa tecnología, si es manejada por docentes calificados y creativos, puede contribuir a desarrollar capacidades cognoscitivas de alto nivel en estudiantes que ya tengan una sólida base de conocimientos.
Cuestión de costos. Dado el éxito de los métodos de "educación a distancia" y los beneficios potenciales de las computadoras, los educadores latinoamericanos se enfrentan con difíciles opciones al momento de decidir cuál es el mejor destino de sus limitados presupuestos. El tema de los costos es fundamental. Aunque los precios de las computadoras y de conectarlas a las redes informáticas siguen cayendo, aún resultan considerables. En países donde el salario de los docentes figura entre los más bajos del sector público, cualquier iniciativa de asignar recursos para la compra de nuevos equipos será puesta en tela de juicio.
Mientras los gobiernos en el mundo industrializado pueden darse el lujo de ponderar cuáles tecnologías complementan mejor sus sistemas educativos, en América Latina el dilema es determinar si la incorporación de tecnología avanzada generará beneficios que justifiquen el sacrificio financiero que implican.
Según Claudio de Moura Castro, el asesor jefe en educación del BID, el costo de las diferentes tecnologías educativas tiene claro significado para su éxito a largo plazo. Como ejemplo Castro cita a Telecurso 2000, un popular programa brasileño de instrucción a distancia que ofrece un programa de educación secundaria para jóvenes adultos. El programa consiste en más de 200 horas en video de lecciones de matemáticas, ciencias, historia y otras materias fundamentales, más una serie de fascículos ilustrados que se pueden adquirir en quioscos a precios módicos. Cada lección de 15 minutos de duración es difundida varias veces por semana a través de cuatro redes de televisión en horarios convenientes para quienes trabajan y toda la serie está disponible en videocintas. En 1997, tan sólo en São Paulo, más de 1,4 millones de personas seguían los cursos.
"La producción de todo el programa de estudios de Telecurso costó unos 50 millones de dólares", dice Castro. "Parece mucho, pero durante su vida útil bien podría ser que la serie beneficie a unas cinco millones de personas. Eso significa un costo promedio de 10 dólares por estudiante".
En comparación, un programa educativo de software demanda que cada estudiante tenga acceso a una computadora personal, un requisito que puede implicar costos fijos muy altos. "Una computadora todavía cuesta unos 3.000 dólares cuando se incluye software y componentes periféricos", dice Castro. "Asumiendo una vida útil de cinco años y otros 300 dólares anuales de mantenimiento, cada computadora cuesta 900 dólares por año. Aun si se puede organizar para que 10 estudiantes compartan cada computadora, todavía estamos hablando de 90 dólares por estudiante. En un típico país latinoamericano que gasta anualmente en educación básica 300 dólares por estudiante, las computadoras requerirían un aumento de 30 por ciento en el presupuesto".
La imposibilidad política de conseguir ese aumento modera el entusiasmo de los educadores que de otra forma promoverían el objetivo de John Gage. "Es una ilusión tratar de alcanzar a todas las escuelas o estudiantes a corto plazo", escribió recientemente Frederick Litto, fundador y coordinador científico de la Escola do Futuro, de Brasil. Esta institución, que funciona en la Universidad de São Paulo y recibe financiamiento del BID, lleva a cabo investigaciones interdisciplinarias sobre la aplicación de nuevas tecnologías de comunicación en la educación.
Experiencias aleccionadoras. Aun si tuvieran los medios, las autoridades educativas de América Latina podrían no desear embarcarse en un esfuerzo masivo para llevar computadoras a cada escuela. La razón, dicen Castro y otros expertos, es que muchos intentos han resultado decepcionantes.
A mediados de los años ochenta, Francia y Gran Bretaña instalaron decenas de miles de computadoras en sus sistemas nacionales de educación. Pero estudios efectuados hacia fines de esa década demostraron que la mayoría de las escuelas las usaban poco o nunca, y que prácticamente nada se había hecho por adaptar los programas tradicionales de enseñanza para aprovechar a la computadora como herramienta de aprendizaje.
Los estudios revelaron asimismo un número de problemas que en retrospectiva parecen obvios. Los docentes no habían sido entrenados adecuadamente para usar las nuevas máquinas, y las exigencias de sus tareas diarias no les dejaban tiempo para familiarizarse con las computadoras o preparar lecciones para aprovecharlas. Muchos docentes encontraron que las computadoras no encajaban bien en los planes de estudio, particularmente porque les habían suministrado muy poco software útil. Otros simplemente no estaban de acuerdo con la forma en que una burocracia distante les impuso las computadoras. El resultado fue que algunos docentes ignoraron a las computadoras y siguieron enseñando en la forma en que siempre lo habían hecho.
La capacitación de docentes y su aceptación de las computadoras son sólo dos de los factores que pueden rescatar o descarrilar un intento por introducir nuevas tecnologías educativas basadas en computadoras (Vea "Computadoras en el aula: cómo hacerlo", en este artículo). "Es imperativo aprender de los errores del pasado", sostiene Castro. "Si no lo hacemos, corremos riesgo de acabar con resultados magros o desastrosos que desmoralizarán a los impulsores, alentarán a los escépticos y harán más difíciles esfuerzos posteriores".
A pesar de la fanfarria que rodea a esta revolución, los gobiernos de América Latina avanzan con cautela en materia de la introducción de tecnología en las aulas. Países como Brasil y México, que en los últimos 30 años se han convertido en líderes en el desarrollo de programas de educación a distancia basados en la televisión, están cultivando el éxito que han tenido. Telecurso 2000, que se nutre de varias generaciones de programas educativos a distancia por radio y televisión en Brasil, está desarrollando ahora instrucción basada en el Internet que complementará sus transmisiones y publicaciones.
Telesecundaria, un programa de México, ofrece por satélite un programa de estudios para alumnos del octavo, noveno y décimo grado en regiones remotas. Es tan admirado por las naciones centroamericanas que éstas han pedido permiso para retransmitir las clases mexicanas en sus propios países. En un proyecto parcialmente financiado con un crédito de 171 millones de dólares del BID, aprobado el año pasado, México planea extender Telesecundaria a nuevos puntos de su territorio, mejorar los equipos de televisión y de satélites, brindar más capacitación a los docentes y actualizar sus pautas y procedimientos de evaluación.
Según Castro, tiene sentido continuar enfocando el esfuerzo en educación a distancia por televisión, aun cuando las computadoras y el Internet atraen la atención. "Estos sistemas permiten llevar a los mejores docentes, los más creativos, al mayor número de estudiantes carenciados con una inversión en tecnología comparativamente modesta, aprovechando una infraestructura ya existente".
Pero Castro no vacila en elogiar los esfuerzos ahora en curso en Chile, Costa Rica y varios otros países de la región para introducir en forma gradual las computadoras y el Internet en escuelas selectas. "El programa más efectivo comienza con unas pocas aplicaciones de software simple en escuelas con docentes y estudiantes altamente motivados y con ideas claras de lo que esperan lograr con esta tecnología", sostiene.




PORTADA
ACERCA DEL BID | DEPARTAMENTOS | INVESTIGACION Y ESTADISTICAS | OPORTUNIDADES DE NEGOCIOS | POLITICAS | PRENSA Y PUBLICACIONES | PROYECTOS |  SECTOR PRIVADO

No hay comentarios:

Publicar un comentario